jueves, julio 27, 2006

Filmes de una cabeza inconsciente 13 (o El Inglés, aquel malévolo idioma)

Estaba con tres amigas yendo a un estudio de televisión, pues me pidieron ayuda para grabar un comercial. Al llegar preparé la cámara y comenzamos.
El comercial era sobre pizza. Una muchacha hablaba de lo mucho que le gustaba la pizza y que, aunque a su novio no le gustara, ella lo obligaba a comerla. Entonces la toma se abría y se podía ver, junto a ella, una caja de la pizza y a un amigo mío el cual hacía del novio. La tipa atrapaba a mi amigo de la playera mientras él intentaba huir, gritando y pataleando; ella agarraba la pizza y le llenaba la boca a mi amigo.
Terminamos de grabar el comercial. Mis amigas vieron que acabamos antes de lo esperado y dijeron que aún había tiempo para tomarse unas 'cubitas'. Les dije que se adelantaran, que yo tenía que hacer algo antes.
Me subí al auto y llegué hasta un edificio muy grande, el cual parecía una embajada. Ahí me encontré con 5 tipos y sin hablar nos metimos a un callejón a un costado del lugar. Nos cambiamos de ropa, nos pusimos todo de negro y pasamontañas. Nos infiltramos entonces en el edificio. Fue demasiado rápido y fácil, ya luego recordaría que no era ninguna embajada sino la casa del Papa. Así llegamos hasta su habitación, él se encontraba durmiendo y nos acercamos a su cama. Lo despertamos cuidadosamente e intentamos hablarle pero, asustado, comenzó a gritar y a llamar a seguridad. Tratábamos de calmarlo, le decíamos que no queríamos hacerle nada, solamente buscábamos ayuda porque por más que la pedíamos nunca nos tomaban en cuenta; por eso fuimos personalmente. Pero no nos escuchó o no nos entendió, siguió gritando. Entonces llegaron los guardias y con la misma comenzaron a dispararnos. Abalacearon a dos de nosotros mientras que los otros tres y yo lográbamos llegar a una puerta, la cual daba a la oficina papal; pero los guardias nos alcanzaron y nos masacraron a todos, solamente uno de los nuestros logró seguir y todos los guardias fueron tras él, considerando que el resto de nosotros estábamos muertos. Solamente yo seguía vivo, aunque no por mucho. Fue cuando ví que en la misma oficina había una muchacha asustada, la cual por su uniforme supuse que sería la enfermera del Papa. Le rogué por ayuda, Help me, help me, le decía yo confiando en la popularidad del inglés, pero parecía no entender. Se acercaba lenta y atemorizadamente al teléfono para llamar de nuevo a los guardias, mientras que un yo sangrante intentaba decirle de alguna forma que no lo hiciera; hasta que, ya casi resignado, gemí un Ayúdame, por favor. Ella volteó entonces, como confundida y extrañada, y colgó el teléfono antes de terminar de marcar. Se me acercó y me preguntó de dónde era, le contesté que era mexicano y que sólo queríamos pedirle ayuda al Papa, ni siquiera traíamos armas. Fue entonces por un botiquín médico y me comenzó a curar, mientras que una enfermera más vieja le decía que no debería hacerlo, que la podrían descubrir. Un guardia subió por el balcón y yo me intenté ocultar detrás de un escritorio. Él se acercó a la enfermera y le coqueteaba, pero al descubrirme y ver lo que ella hacía por mí la insultó y golpeó, y salió de nuevo por el balcón. La muchacha comenzó a llorar. Yo me acerqué, la abracé y le agradecí por todo lo que había hecho por mí. La muchacha ahora estaba desnuda.

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Macanudeces

lunes, julio 24, 2006

Filmes de una cabeza inconsciente 12

... incluso en mis sueños la pierdo...

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Verdaderas tristezas 2

Yo le decía que no se preocupara, que yo ya estaba bien. Y por eso nunca posteé algo sobre ella, porque era probable que ella entraría al blog, lo leería y vería que yo le mentí.




Pero en fin, nunca entró.

lunes, julio 17, 2006

Playicidio

A mis 9 años los castillos de arena nunca me duraban.

Mis castillos de arena tenían un promedio de vida de me-voy-a-comer-regreso-de-comer. La casa no estaba frente a la playa. Ninguna de las dos se alcanzaba a ver. Y para cuando yo regresaba el castillito yacía en ruinas, devastado a patadas por aquel niño hijodesuputamadre que nunca pude enfrentar.

Mis castillos eran horrendos: construcciones amorfas en las que, seguramente, ningún rey se rebajaría a habitar. Pero el esclavo estaba dispuesto a construirlos.

Así que rehice el castillo. Una piedrota tomada del espolón, con piedras más pequeñas formando las torres. Todo cubierto de arena. Al rato, destruído, como era de esperarse. Como yo esperaba.

Al día siguiente volví a hacer mi castillo de arena. Solamente arena. Y nadie lo tiró esa vez.


Al amanecer, mi triunfante construcción había desaparecido, tragada por el mar.




Pues los castillos de arena de por sí no duran.

martes, julio 11, 2006

Macanudeces

Filmes de una cabeza inconsciente 11

Pasaba yo por la escuela donde estudié toda mi primaria y secundaria. Hace mucho que no la visitaba y decidí entrar y saludar a mis antiguos maestros. Caminando por los pasillos noté que todos se me quedaban viendo de una forma despectiva y acusadora, fue cuando entré a un salón donde se llevaba a cabo una junta de padres de familia. Al entrar, todos los padres me vieron y empezaron a murmurar. Una señora se levantó de su asiento y gritó:

- ¡Es él!, ¡Él violó a mi hija!

Yo me quedé muy extrañado. Yo sabía que no había violado a nadie y trataba de calmar a la gente, pero todos empezaron a acusarme y no me escuchaban, entonces agarré y grité:

- ¡Yo no violé a nadie y si no me quieren creer vayanse a chingar a su puta madre!

Entonces me dí la vuelta para salir del salón, en la puerta había una viejita asustada por mi demostración de habilidad y conocimiento lingüístico de alta categoría. Le pedí disculpas y salí educadamente.
Caminé un rato por la escuela. Entonces me alcanzó la mamá de una amiga, la típica señora chismosa por la cual nos enterábamos de todas las broncas de los maestros y directores. Ella me dijo lo que había pasado: que sí habían violado a una niña, pero había sido otro niño, el cual me echó la culpa. Decidí regresar a la junta de padres para aclarar todo.
Regresé al salón y me senté en una esquina. Los padres discutían otros temas escolares, y casi terminando la junta, una señora se paró y dijo:

- Ahora, para terminar, el joven dirá unas palabras en su favor con respecto al tema antes tratado.

Yo me acerqué, me senté en el escritorio, y dije:

- Bueno, en realidad, yo quería que me presentaran como el Dr. Kermit para poder dar una introducción bien jocosa y aligerar la tensión, pero en fin...

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miércoles, julio 05, 2006

Filmes de una cabeza inconsciente 10 (o Bic, no sabe fallar)

Era de noche. Compré algo en la farmacia, salí y estaban 4 argentinos. Uno de ellos hablaba por su celular con alguien más, le decía que queríamos hacer algo tranquilo así que solamente compraríamos unas cervezas y lo alcanzaríamos en su casa. Ya que las habíamos comprado y caminábamos hacia el auto pasamos junto a una sexshop. Entramos y nos burlábamos de las cosas que habían, pero notamos que había otro grupo de tipos hablando con el cajero. Fue entonces que vimos que lo estaban asaltando, nosotros salimos de la tienda y comenzamos a irnos, pero optamos por quedarnos y detener a los asaltantes cuando salieran. Me levanté la camisa y ví la pistola que traía en mi cinturón, pero no quise utilizarla así que, al igual que los demás, saqué un bolígrafo para usarlo como arma. Ya que salieron los ladrones, los argentinos corrieron hacia ellos y los atacaban con las plumas; yo me quedé viendo, sólo los apuñalaban en el muslo derecho y los aventaban, ningún golpe mortal. Fue cuando ví que entre los asaltantes había un niño, moreno, como de 10 años. Igual que a los demás, un argentino le clavó la pluma en el muslo derecho pero, sin sacársela, lo alzó de la camisa y lo aporreó en el cofre de un auto, le volvió a clavar la pluma en el abdomen y lo empujó, haciendo que cayera violentamente en la acera. Le grité al argentino para que se detuviera y me acerqué rápidamente para ver cómo se encontraba el niño. Le dije que no se preocupara, que llamaría una ambulancia y que se pondría bien. Me respondió que no lo hiciera, que él quería morir y me pidió que le diera un balazo o una sobredosis de algo, que porque ya no aguantaba estar vivo. Yo no sabía qué hacer, tenía la pistola bajo mi camisa, pero yo no quería dispararle a un niño. Volteé a ver a toda la gente que se había acercado, y uno de los argentinos me hizo una seña con la cabeza para que hablara con él. Me paré y nos alejamos un poco, entonces me recordó la heroína que compré en la farmacia, con eso podríamos darle una sobredosis. Caminamos al auto y saqué de la guantera una cajita con, al parecer, la nueva y económica heroína en tabletas. Agarré suficientes como para una sobredosis y corrí de regreso al niño. Y ya era tarde, cuando llegué el niño estaba inmóvil en el piso, cubierto del cuello para abajo con una manta para ocultar la sangre y las heridas. Yo me arrodillé junto a él y, suavemente, sostuve su cabeza y lo acaricié. Fue entonces que se movió y abrió los ojos como si hubiera estado dormido, seguido de un gesto de sorpresa por ver que todavía estaba vivo. Yo empecé a reír, y él empezó a reír conmigo. Nos reímos y nos reímos tanto, tanto nos reímos que llegó un reportero y nos tomó una foto.

Primera plana.
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domingo, julio 02, 2006

Pensamiento post-electoral

... mi pulgar huele a Fritos...