viernes, enero 25, 2008

Filmes de una cabeza inconsciente 30 (o From the eternal dilemma between saving the world or getting laid)

Me encontraba en la graduación de mi hermano, era de noche. El lugar de la fiesta era unas colinas al aire libre que terminaban en un risco que caía al mar. En las colinas se encontraban las mesas y la recepción, había una zona lounge a la orilla del risco, donde estaban todos los jóvenes. Yo caminé al otro costado del risco, donde habían unas escaleras que bajaban en zigzag por un costado de éste, y luego había una puerta por donde entrabas a un centro comercial que se encontraba dentro de la montaña. Apenas entrabas había un café que tenía ventanas que daban hacia el mar, entré y ví a dos chavas que voltearon a verme. Platiqué un rato con ellas, pero ví entonces la televisión del café. Estaban pasando un programa de emergencia, diciendo que el planeta estaba siendo invadido por unos extraterrestres sapos antropomorfos. Salí rápido del café y subí las escaleras para alertar a todos, pero cuando llegué ya era tarde. Toda la fiesta estaba en pánico, los sapos ya estaban ahí. Tenían unas varas largas, las cuales clavaban a la gente a la altura del ombligo y giraban a un costado, despedazándo a la persona y sacando todas sus vísceras. Toda la gente gritaba e intentaba huir.
Los sapos no asesinaron a todos, pues todavía necesitaban a los humanos para algo. Nos llevaron a una especie de campo de concentración. Inmensas bodegas llenas de gente amarrada a las paredes. A ratos descolgaban a alguien y lo llevaban al centro del cuarto, donde lo despedazaban con sus varas. Principalmente, mujeres. Por lo que yo entendía, ellos creían que esa era la forma de mantenernos vivos. Como si todos los humanos nos fueramos a morir mágicamente si no hubiera un sacrificio cada cierto tiempo.
Luego, nos habían formado a varios afuera de la bodega. Estabamos en fila, como si estuvieran pasándonos lista o algo. Yo estaba platicando con un tipo, y durante la plática dije alguna expresión que hacía alusión a la miarda pero de manera positiva (como si dijera "Esa miarda está poca madre"), refiriéndome a algo que me contó el tipo. Uno de los sapos pasaba cerca de ahí y alcanzó escucharme. Me llamó la atención el asco que le dió escuchar eso, una repulsión tremenda. Entonces yo empecé a decir cosas positivas sobre la miarda, solamente para corroborar. El sapo se disgustó tanto que tuvo que alejarse del lugar. Ví que se acercó a otros y les comentaba algo sobre mí. Se acercaron y me llevaron arrastrado a una construcción en donde estaba su jefe. Al llegar a la sala principal, estaba el sapo jefe sentado en un pedestal. Me preguntó que qué era todo eso que estaba diciendo afuera. Empecé a inventar que los humanos tenemos una fascinación por la miarda, que la tratamos como un dios y que lo que yo hacía era rezarle a mi dios. Incluso le llegué a dibujar las imágenes de unos tótems, que solamente les agregué un diseño y grecas entre las piernas, y le dije que representaban a los grandes dioses cagándose. Todos los sapos que me escuchaban estaban absolutamente asqueados. El sapo jefe no podía creer lo que le decía. Ordenó a todos los sapos que se prepararan para retirarse del planeta, que no podían rebajarse a conquistar a una especie tan denigrante. Los sapos se fueron. Las puertas de los campos de concentración se abrieron, y todos nos fuimos caminando.
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