lunes, agosto 28, 2006

Verdaderas tristezas 3

Hay chistes tan malos pero tan comunes que uno los dice incluso sin saber que lo hizo, porque los has escuchado tanto y desde hace tanto que los dices por mera inercia.


Esto sabe a gloria...

...

...


... sí conoces a Gloria, no?



Y cuando lo dice alguien más incluso te ríes un poco al ver que otro estúpido lo dijo, y para colmo recalcas que tú también lo has dicho; poniéndo en evidencia que igualmente eres un estúpido que dice malos chistes.



Todos somos un asco.


P.D: Quiero mandar un saludo al verbo decir, por su magnánime y multiconjugada aparición en este post.

domingo, agosto 20, 2006

El frustrado selenita

Al despertarme a los 10 años el primer pensamiento que vino a mi cabeza fue el de una moneda de la que no recuerdo con exactitud su antigüedad, la cual en uno de sus lados se encontraba la imagen de la diosa azteca Coyolxauhqui. Ésta es de esas figuras que por alguna razón recuerdo constantemente.
Pero esa mañana pensé jugarle una broma a mi mamá: acostado en mi cama imité la retorcida posición de la diosa y me quedé quieto fingiendo estar dormido para que, cuando me fuera a despertar para desayunar, mi mamá me encontrara y se asustara al pensar que fui poseído por alguna deidad prehispanica. Me reía para mis adentros imaginándome el momento.
Pasaría cerca de una hora, me dolía mi cuerpo y nadie había entrado al cuarto. Me levanté y bajé a la cocina. Mi mamá hacía huevos con longaniza.


Hasta el día de hoy, muy de vez en cuando, vuelvo a imitar la posición de la desmembrada diosa; pero ahora intento que nadie me vea.

miércoles, agosto 16, 2006

De la transmutación de un pez maníaco-depresivo a dios griego

Probablemente usted se acuerde de He-man, lo culpo si no. He-man era mi pez dorado que, gracias a su estupidez y mi negligencia, tuvo una experiencia cercana a la muerte. Lo que nadie sospechaba era que áquel día sólo fue el inicio del más oscuro período de su vida.
Poco tiempo pasó antes de que Biblioteco, su compañero de pecera, falleciera por causas naturales y misteriosas; conviviendo los siguientes meses únicamente con Mendicuti, aunque no se le podía considerar compañía. Mendicuti era uno de esos peces que suelen ir por toda la pecera chupando la suciedad, nada agraciados físicamente; él estaba consciente de eso, desarrollando un extremo complejo de inferioridad y recluyéndose en la cueva de la piedra que adorna el centro de la pecera. De ahí nunca salió (y no exagero al decir que nunca salió), y la cueva quedó rechinando de limpia (y no exagero al decir que quedó rechinando de limpia).
El cacofóbico ermitaño Mendicuti terminó muriendo de tristeza y He-man se quedó completamente solo en su dorada existencia.
Meses pasaron y He-man recorrió la pecera en círculos infinitas veces, jugó con las burbujas para distraerse y gozó de alimentos preparados únicamente para él. Pero ni con sus tres segundos de retención de memoria pudo confrontar la soledad.
Un día lo hallé nadando verticalmente hasta la superficie del agua y, al alcanzarla, se dejaba caer lenta e hipnóticamente hasta el fondo, solamente para volver a nadar hacia arriba y repetir la caída una y otra vez. Al darle su alimento salió de su trance y comió, como si nada hubiera pasado. Pero yo sabía que algo andaba mal.

Con el paso del tiempo, finalmente se desquició.

Fue un día en que yo veía la televisión y sentí la punzante sensación de ser observado. Inquietamente miré hacia todos lados buscando a mi espía, pero no fue hasta que mis ojos llegaron a la pecera que lo descubrí. Ahí se encontraba He-man, mirándome absolutamente inmóvil con excepción del ondulante movimiento de sus aletas y el lento abrir y cerrar de su boca de pez. No le tomé más importancia y seguí viendo la televisión, pero al cabo de aproximadamente dos horas volví a voltear hacia el escamoso. Me sorprendió (por no decir que me asustó) ver que seguía en la misma posición, flotando en dirección hacia mí, sin mover más que sus aletas y su boca. Me aventuré a devolverle la mirada y, así como él, me quedé inmóvil observándolo. Los peces no parpadean. Casi podía leer su mirada, casi podía escucharlo decir: ... dame sangre... sangre de vírgenes!. Pero no se la dí, me fui a comer algo.
Así pasaron semanas, en las cuales más de una amiga quedó perpleja ante la impactante y macabra mirada de He-man. Todos nos habíamos acostumbrado a sus amenazas terroristas-suicidas-polanskistas, hasta que un día desapareció. Temíamos lo peor.
Pero no hubo suspenso en este misterio, pues al día siguiente lo descubrí en la pecera del negocio de mi padre quien, apiadándose del solitario pez, lo llevó para que le haga compañía a las dos peces doradas que ya tenía.
Ahora He-man ha encontrado la redención, ha desechado todo pensamiento psicótico-homicida que almacenaba con rencor y dedica todo su día a perseguir y coquetear al par de rubias con las que comparte habitación ahora. Y devora a sus propios hijos. No puede haber final más feliz.





[proximamente, aquí, foto de un pez rehabilitado y contento]








miércoles, agosto 09, 2006

Filmes de una cabeza inconsciente 14 (o Repercusiones a una noche después de ver Noviembre)

En altamar, un hombre no le dispararía a un tigre;
porque ahí ninguno de los dos siente.
Alguien en el sueño.


Me fui a estudiar teatro a España, quedándome en la misma casa donde vivían los integrantes de Noviembre y uniéndome al grupo. Después de instalarme en una de las habitaciones le bajé la novia a Alfredo (sí, aparentemente soy imparable y terriblemente sensual), aunque este hecho no pareció tener muchas repercusiones negativas ni resentimientos. Ya después estaría hablando por teléfono con mi hermano, comentándole cómo me estaba yendo y describiéndole el lugar. Cuando terminé de hablar con él noté que todos los demás habían salido, así que me dije: No, pus sí... voy a aprovechar para ir a reinar tranquilito y sin pena, con nadie que me moleste. Así que entré al baño para hacer lo mío. El baño era idéntico al del cuarto de mi abuelo, con dos puertas en lados opuestos que daban a distintas recámaras de la casa. Me desnudé completamente (porque así me siento más cómodo), pero antes de sentarme fui a cerrar la otra puerta del baño por si acaso alguien entraba. Pero cuando lo hacía escuché que alguien abría la primera puerta detrás de mí, y ví que entraba una de las muchachas de la casa. Jesúuuuus, pensé; y con la velocidad del rayo salí por la puerta que estaba yo cerrando y logré escabullirme antes de que ella notara que me encontraba ahí. Al cerrar la puerta me encontré en unos baños públicos, extremadamente amplios, iluminados y limpios, pero no había nadie. Caminé un poco y descubrí que el lugar era inmenso, un gran complejo de baños públicos interconectados, al pasar por la puerta que debería de salir de uno enseguida entrabas a otro totalmente idéntico. Un laberinto de baños en el cual yo me encontraba perdido y desnudo. Fue entonces que, de repente, me topé con un niño en calzonera. Mi reflejo en ese momento fue arrancar a correr como el diablo y alejarme de ese niño, pero comencé a encontrarme en todo el laberinto con más y más gente, todos en traje de baño y pues yo corría encuerado con todas mis ganas. Entraba a una puerta y a otra, pasando de unos baños a otros sin parar y sin parar, hasta que en una de esas logré salir. Esta última puerta me sacó de los baños y me hallé en un parque acuático, en pleno domingo-super-día-festivo-autosardina que estaba lleno de gente el maldito lugar. Y pues que sigo corriendo con toda la fuerza y vitalidad del mundo, en medio de toda la gente conmocionada al divisar a un verdadero hombre desnudo. Corrí por todo el parque acuático y regresé al laberinto de baños, pasé unas cuantas puertas y dí con la del baño de la casa. Ya no estaba la muchacha, me vestí nuevamente y salí, ya habían regresado todos los del grupo. Nos preparamos, era hora de salir a la calle e intentar cambiar este puto mundo.


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miércoles, agosto 02, 2006

Un círculo más y seguimos.

Y en contra de todas las expectativas, incluyendo las mías, este blog cumple un año.



Gracias.