sábado, noviembre 21, 2009

Verdaderas tristezas 7 (ó Reseña de "Filmes de una cabeza inconsciente 34")

Es bien gacho ver que subconscientemente consideraste a tus padres una posible carga en el escenario de un ataque zombie.








Quizá es tiempo de entrenar a cierta pareja
en las técnicas del objeto contundente.




miércoles, julio 01, 2009

Pensándolo detenidamente...

Si me hubiese tomado la leche a los 7 años quizá mi cabeza habría aguantado un par de batazos más antes de romperse.

Mentira, yo tomaba un chingo de leche.

sábado, agosto 16, 2008

Filmes de una cabeza inconsciente 33

Me tragué dos clavos. Aún siento el sabor de metal en la garganta.

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jueves, julio 17, 2008

The Ácaro Effect

Órale, qué empolvado está aquí. Casi como en la vida real. Y tanto que ni siquiera hice trampa cambiando fechas de posts para que ahí debajo de Archibaldo tuviera una buen orden cronológico. Me lo merezco por perro. Por eso, exactamente. Ah, claro, y qué carajo le pasó a Archibaldo? Si alguien lo ve le dice que se regrese que no sea cabrón. Igual a mi display, ese vato. Sólo Augustito sigue fiel. Los fetos son para siempre. Como los diamantes pero más chidos. Y no los puedes lamer. Bueno, sí.

Bueno, y si pasa por aquí alguien de los que solían venir. Aquí les dejo algo, era parte de una respuesta a comentario de un post por ahí (como dos abajo), pero pues ahí vine a ponerlo de post formal porque... no importa.

Contéstenlo que igual y me sacan una sonrisa. Igual y no, pero no les encanta la incertidumbre de no saber lo que va a pasar (porque es probable que no me saques la sonrisa, tienes miedo?)? Y si no eres de los que se pasaron alguna vez por aquí, pues igual y le sacas una sonrisa a un perfecto y sucio desconocido lo cual podría hacer que te ganes mi confianza y vayamos al baile del príncipe y luego me violes en los establos.

Ah, esto es lo que deben de contestarme:

Díganme una novedad suya. Al azar y sólo una. Yo ahora mismo estoy rapado (de nuevo), creo que tengo un problema gastrointestinal no muy severo (a menos que sí lo sea) y mi madre se esguinzó el pie cuando fue a comprar un grifo nuevo para uno de los baños porque yo me quejaba de que goteaba y se desperdiciaba agua (lo que podría derivar en ser mi culpa y que me sienta horrible, pero así trabaja el destino).

Fueron tres cosas, así que pueden decir tres cosas.



Es bien fácil. Ahora me voy porque tengo una no muy buena razón. No la diré.

Filmes de una cabeza inconsciente 32

Mi abuela y mi madre tenían mucha flojera de salir a causa del calor. Estaban sentadas en la cama de mi abuela, a la vez que en la televisión pasaban un maratón de una serie cómica antigua. Corrían los créditos del capítulo que terminaba y alcancé a ver que las siglas del productor eran A.F. La serie giraba en torno a una mujer de mediana edad cuyo sobrino se pasaba a vivir con ella, de ahí que la serie se llamara "La Tía [nombre femenino]", y se desarrollaran las situaciones cómicas de cómo la tía (hiperactiva y poco escrupulosa) intentara ayudar a su sobrino con sus problemas pubertosos, entre otros aspectos de la trama. Esto podía apreciarse en el intro de la serie (el cual ya comenzaba con el siguiente capítulo del maratón), en el cual podía verse cómo llegaba el niño a la casa y era recibido por la tía y luego aparecían los personajes de la serie volteando y sonriendo justo cuando aparecían sus nombres, todo entre pequeñas escenas de situaciones al azar con la música de fondo, terminando con un collage de cuatro escenas en disolvencia retesesentera (entre las cuales se podía ver a la tía en diferentes atuendos como uno de piloto y otro de Groucho). En el capítulo podíamos ver a la tía y al sobrino terminando de alistarse para ir a un evento en el Instituto (el lugar donde estudiaba el niño y que a la vez era una especie de club social, alrededor del cual giraba mucho de la trama). En eso, el tío [nombre masculino] (amigo cercano de la tía y no más prudente que ella), que leía el periódico sentado en el sofá de la sala les leyó un artículo que decía que aparentemente demolerían el Instituto debido a unos problemas legales que se habían ocasionado por "unos documentos que fueron encontrados enterrados en Chihuahua, que habrían sido decretados en el hediondo año de 1805".
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jueves, julio 03, 2008

Verdaderas tristezas 6

En vez de hacer un ensayo para uno de mis últimos examenes extraordinarios, me acabo de pasar toda la noche (literalmente) memorizando nombres de medicamentos contra el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. Por si me pregunta el maestro, pues.





Incluso vine a escribir aquí.

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Actualización (6 horas después):

No me preguntó el maestro. Lo cual frustró toda posibilidad de llegarle al corazón.

martes, febrero 19, 2008

Filmes de una cabeza inconsciente 31

Estacioné mi auto en la calle que suponía estaba cerca del edificio a donde debía llegar. La calle estaba absolutamente llena de hierbas y por el centro de ésta pasaban unas rieles de tren que seguían su misma dirección. A un costado de la calle había monte, del otro había una barda de cemento de unos dos metros y detrás se veía que había más monte. Yo mismo había venido manejando desde el monte pues el lado de la calle por donde vine se perdía en él. Pero hacia el otro lado ya se visualizaba un edificio y piso de asfalto, entonces yo bajé y caminé hacia él. Cuando llegué descubrí que el edificio era un hospital, no era donde yo tenía que ir. Pensé que posiblemente el lugar estaría cerca entonces decidí seguir caminando y dar vuelta a la esquina. Fue así que llegué a otro hospital que se encuentra frente a una fabrica de galletas y una glorieta. Seguí caminando por la acera, estaba llena de puestos de vendedores ambulantes, puestos de chicharrones, helados y demás cosas. Todo se veía muy sucio, el piso estaba oscuro y lodoso, con charcos de esos que reflejan colores aceitosos. Me dió un poco de asco. Fue cuando veía el piso que mi vista llegó a mis pies. Me impacté. Mucho. Cuando manejo mi auto me quito las chanclas para que no me estorben pero, al parecer, al bajarme se me olvidó volver a ponérmelas. Mis pies estaban de un café muy oscuro, las uñas podridas, se veían callosos. Parecía que hubiera trabajado toda una vida en la milpa, la construcción y el basurero sin habérmelos lavado una sola vez. Mierda, la verdad es que sentí un chingo de vergüenza. No podía seguir así, entonces me dí vuelta para regresar a mi auto. Cuando dí vuelta a la esquina del hospital noté una farmacia que no ví cuando llegué. Entré y habían dos muchachas atendiendo. Les pregunté nervioso si no tendrían un jabón que me vendieran, tratando de evitar que vieran mis pies. Me mostraron uno pequeño, del mismo tipo de esos Rosa Venus. Lo compré y salí de la farmacia. Empecé a buscar alguna llave de agua en donde pudiera lavarme. Pensé que sería bueno uno que estuviera cerca del auto, para que no tuviera que caminar mucho descalzo al ir por mis chanclas. Encontré una llave en la acera, pero luego voltée y ví otra más adelante, luego otra y otra. Para mi suerte, cada llave me acercaba más al auto, hasta que llegué a una que salía del muro que estaba enfrente de donde estacioné, quizá a unos seis metros. Como todo estaba lleno de hierba me preocupaba pisar las plantas que tenían espinos. Para evitarlos, me las "ingenié" colgándome del borde del muro y así lavarme los pies sin tocar el suelo. Toda la parte de arriba del muro, excepto justo encima de la llave de agua, estaba llena de esos vidrios rotos que ponen para que no se trepe la gente. Me lavé ambos pies, justo para luego lamentarme de que no sabía ahora cómo llegaría al auto sin volver a ensuciarme. Seguía colgado de la barda cuando ví que llegaban dos tipos caminando sobre las rieles del tren, viniendo del extremo de la calle que se perdía en el monte. Uno de ellos traía una pala. Les pedí ayuda y les lancé las llaves del auto al tiempo que preguntaba si me podían bajar las chanclas que estaban ahí. Las atrapó el de la pala, y con la misma la lanzó hacia mí con todas sus fuerzas. La pala se clavó en el muro justo a un costado de mí. Enseguida, el hijodeputa se subió al auto, arrancó y se fue hecho la madre. Yo grité de impotencia. Por mi auto. Por mis chanclas. Y entonces me solté de la barda para intentar hacer algo, pero caí sobre los espinos y quedé tirado sobre la hierba. Mientras me los quitaba, el otro tipo que estaba con él se me acercó. Dijo que sabía donde se escondería el otro y que me podría llevar. Me paré y empezamos a caminar.
Llegamos y ya era de noche. La casa era alta, como de unos cuatro pisos y era circular. Recordaba a la forma de un faro. Entramos y me mostró el camino al cuarto del tipo. Abrimos la puerta y vimos que estaba acostado en su cama dormido. Cuando nos acercamos me desconcerté al ver que el tipo dormido era yo mismo. El que venía conmigo me señaló una cubeta que se encontraba cerca en el mismo cuarto. Me dijo que gracias a eso podía adoptar la forma de las personas, y que así lo había hecho con mi apariencia. Me acerqué a la cubeta y ví que estaba llena de perritos maltés, todos idénticos a mi perro cuando estaba cachorro. No se movían, creí que eran peluches. Dije que no podía permitir que el tipo siguiera haciendo eso, entonces saqué un encendedor y prendí a los perritos. Enseguida empezaron a moverse y a chillar dentro de la cubeta, mientras se prendían más en fuego. Me desesperé, me arrepentí. Sentía que eran mi perro y que no podía hacer eso. Rápidamente, agarré la cubeta y corrí al baño que estaba en el cuarto. La puse bajo el grifo de la regadera y abrí el agua. La cubeta se llenaba de agua y el fuego se apagó, pero ahora no sabía cómo hacer que el agua se detuviera. Agarré una toalla y tapé la cubeta con ella, sosteniéndola para que no se destapara. Yo sólo lloraba mientras sentía cómo los perritos se ahogaban debajo de mis brazos.
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viernes, enero 25, 2008

Las 4 paredes imaginarias

En realidad, uno ya no sabe cuándo hay algo que contar.

Las cosas siguen pasando rápido en los lugares donde nada cambia.

De repente da gusto ver a los mismos de hace mucho, ver a otros de no hace tanto y extrañar a los que no se les ha visto.


Y si las cosas van de acuerdo con lo planeado, puede que todo vaya mejorando.


Igual y no, pero denme el beneficio de la duda.
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Filmes de una cabeza inconsciente 30 (o From the eternal dilemma between saving the world or getting laid)

Me encontraba en la graduación de mi hermano, era de noche. El lugar de la fiesta era unas colinas al aire libre que terminaban en un risco que caía al mar. En las colinas se encontraban las mesas y la recepción, había una zona lounge a la orilla del risco, donde estaban todos los jóvenes. Yo caminé al otro costado del risco, donde habían unas escaleras que bajaban en zigzag por un costado de éste, y luego había una puerta por donde entrabas a un centro comercial que se encontraba dentro de la montaña. Apenas entrabas había un café que tenía ventanas que daban hacia el mar, entré y ví a dos chavas que voltearon a verme. Platiqué un rato con ellas, pero ví entonces la televisión del café. Estaban pasando un programa de emergencia, diciendo que el planeta estaba siendo invadido por unos extraterrestres sapos antropomorfos. Salí rápido del café y subí las escaleras para alertar a todos, pero cuando llegué ya era tarde. Toda la fiesta estaba en pánico, los sapos ya estaban ahí. Tenían unas varas largas, las cuales clavaban a la gente a la altura del ombligo y giraban a un costado, despedazándo a la persona y sacando todas sus vísceras. Toda la gente gritaba e intentaba huir.
Los sapos no asesinaron a todos, pues todavía necesitaban a los humanos para algo. Nos llevaron a una especie de campo de concentración. Inmensas bodegas llenas de gente amarrada a las paredes. A ratos descolgaban a alguien y lo llevaban al centro del cuarto, donde lo despedazaban con sus varas. Principalmente, mujeres. Por lo que yo entendía, ellos creían que esa era la forma de mantenernos vivos. Como si todos los humanos nos fueramos a morir mágicamente si no hubiera un sacrificio cada cierto tiempo.
Luego, nos habían formado a varios afuera de la bodega. Estabamos en fila, como si estuvieran pasándonos lista o algo. Yo estaba platicando con un tipo, y durante la plática dije alguna expresión que hacía alusión a la miarda pero de manera positiva (como si dijera "Esa miarda está poca madre"), refiriéndome a algo que me contó el tipo. Uno de los sapos pasaba cerca de ahí y alcanzó escucharme. Me llamó la atención el asco que le dió escuchar eso, una repulsión tremenda. Entonces yo empecé a decir cosas positivas sobre la miarda, solamente para corroborar. El sapo se disgustó tanto que tuvo que alejarse del lugar. Ví que se acercó a otros y les comentaba algo sobre mí. Se acercaron y me llevaron arrastrado a una construcción en donde estaba su jefe. Al llegar a la sala principal, estaba el sapo jefe sentado en un pedestal. Me preguntó que qué era todo eso que estaba diciendo afuera. Empecé a inventar que los humanos tenemos una fascinación por la miarda, que la tratamos como un dios y que lo que yo hacía era rezarle a mi dios. Incluso le llegué a dibujar las imágenes de unos tótems, que solamente les agregué un diseño y grecas entre las piernas, y le dije que representaban a los grandes dioses cagándose. Todos los sapos que me escuchaban estaban absolutamente asqueados. El sapo jefe no podía creer lo que le decía. Ordenó a todos los sapos que se prepararan para retirarse del planeta, que no podían rebajarse a conquistar a una especie tan denigrante. Los sapos se fueron. Las puertas de los campos de concentración se abrieron, y todos nos fuimos caminando.
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domingo, noviembre 18, 2007

The worst lime soup ever

"Todos son iguales."



(Pero creo que yo tengo mis razones...)




(... de todas formas, discúlpame.)

viernes, octubre 19, 2007

Filmes de una cabeza inconsciente 29 (o Bubbles in slow motion)

Por alguna razón, mi primo no quiso ir por el cadáver de su papá, que había muerto en X'caret; así que yo me ofrecí.

Iba solo por la carretera con un aire tremendísimo de road movie, tanto que mi mayor temor era hacer algo que alterara la trama de la película. Me detuve a un costado de la carretera, junto a una pirámide de piedra gris. La pirámide estaba dividida un poco más arriba de la mitad, donde se truncaba en una superficie llena de columnas, y sobre éstas la pirámide continuaba hasta ya terminar en punta. Subí hasta el espacio donde estaban las columnas. Ahí habían dos niños, uno delgado de pelo castaño, como de 15 años y una niña pequeña, rubia, de unos 9. Sus ojos estaban de un color azul muy pálido, y brillaban de la misma forma que cuando diriges una luz a los ojos de un gato. Los dos me dijeron que yo debía hacer algo, pero para lograrlo tenía que atraparlos, o simplemente alcanzar tocarlos. Después, se dieron vuelta, cada uno se dividió en cuatro réplicas de ellos mismos y se perdieron entre los pasillos de columnas. Cuando comencé a correr tras ellos me di cuenta que me movía en cámara lenta. Eso hacía mucho más difícil el poder atraparlos, pues ellos y todo lo demás seguían moviéndose a velocidad normal. Después de un rato logré alcanzar al niño, y sólo me faltaba la niña. Era todavía más difícil, porque cuando me iba acercando a ella, la niña juntaba sus dos manos y las separaba poco a poco, formando una burbuja del tamaño de su cabeza que luego soplaba y hacía volar hacia mí; al tocarme la burbuja, ésta estallaba y yo salía volando golpeándome con las columnas, y cuando me paraba otra vez me movía en cámara lenta. Después de un rato, me di cuenta que tenía puesto un sombrero que me regalaron, lo que hice entonces fue correr y saltar hacia la niña, manteniéndome en el aire durante mucho tiempo pues yo siempre estuve en cámara lenta, mi puño tomando impulso para darle un madrazo. Ella nunca había dejado de hablar desde la primera vez que la ví, a diferencia del otro niño del cual nunca escuché su voz; y seguía diciéndome algo en ese momento, a la vez que formaba la burbuja para aventarme. Al soplarla, yo me quité el sombrero con la otra mano y atrapé la burbuja en la forma circular de la parte inferior, lo que me dejó el camino libre hasta llegar a la niña y soltar el golpe directo a la cara. Ella seguía hablando inmóvil a la vez que mi puño se acercaba en cámara lenta a su cara, pero justo antes de golpearla lo contuve y sólo lo asenté en su rostro. Con esto, sus ojos cambiaron en el instante a color café y continuó hablando, pero más rápido y con acento inglés; yo caí automáticamente al piso, pues mi cámara lenta también desapareció. Nunca supe qué fue lo que logré con esa prueba.

Después de seguir manejando otro rato me detuve en donde enmedio de los dos carriles pasaban unas rieles de tren. Habían dos personas sentadas encima de las rieles, un hombre y una mujer jóvenes, él de piel clara y pelo castaño; ella era al parecer africana, tenía la piel oscura y un adorno en la cabeza. Cuando cruzaba la carretera para acercarme a ellos, pasó junto a mí un tipo en una moto a baja velocidad. Él estaba yendo en sentido contrario, pensé decírselo pero temí afectar la trama de la película y no lo hice. Me acerqué a las dos personas de las rieles, y él empezó a hablarme. Me decía por qué yo estaba haciendo todo esto, y me dijo que ellos eran algún tipo de deidades. Me seguía contando sobre ellos y sobre mí y sobre todo, mientras la otra permanecía callada. De pronto, escuché un impacto, y casi enseguida pasó detrás de mí un trailer a toda velocidad, con la moto de antes incrustada en la parrilla de enfrente. Por un momento pensé que quizá sí debí decirle que estaba en sentido contrario. Entonces escuché una bocina muy fuerte, me volteé y ví que un tren estaba ya casi sobre ellos dos que seguían sentados sobre las rieles. Rápidamente agarre el brazo de él y lo jalé para hacerlo a un lado, pero justo cuando iba a agarrar a ella el tren pasó y no pude sacarla. El tren se detuvo en seco casi en seguida, sin daños. Me hice para atrás y me culpaba de no haberla sacado a tiempo, lamentándome por quizá haber alterado la trama de la película. Él me dijo que no me preocupara, que ellos no debían morir, que estaban hechos de algo que los mandaría a algún lugar como el Paris o el Taris de alguna mitología en caso de que murieran. En eso, ella salió de un paso del interior de la carrocería del tren, como si se separaran dos gotas de mercurio.

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martes, septiembre 25, 2007


... el silencio está lleno de música.


jueves, septiembre 06, 2007

Filmes de una cabeza inconsciente 28

Mi papá estaba en el hospital. Yo esperaba en la cafetería checando algo en una laptop. Mi papá entró y se detuvo a un lado de mí. Yo no lo ví bien cuando se acercó porque estaba distraído. Cuando volteé ví que él se encontraba sentado en una camilla, su piel estaba blanca, semitransparente y con una apariencia gelatinosa. Podía ver algunas venas a través de ella. En vez de ojos tenía unas placas de plástico dentro de los párpados. Eran para que no entrara suciedad. Le habían sacado todos los órganos. Era normal que a las personas les sacaran los órganos, les dieran un tratamiento para purificarlos y se los volvieran a meter. Después de decirme algo, su camilla dió media vuelta y se fue rodando a que se los reimplantaran.

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viernes, agosto 31, 2007

Macanudeces


Sí, estoy haciendo trampa. Sólo será esta vez...


Y me compré una armónica.

miércoles, julio 25, 2007

De la carencia, los pájaros y la descortesía

Todavía no regreso al parecer. No voy a dejar el blog, para nada. No sabes lo que quieres, me diría si fuera mujer en vez de blog. Y siguen habiendo cosas para escribir. En este momento enfrente de mi ventana se están apareando dos pájaros, de esos negros que hay por todos lados, y si no se están apareando se estarán peleando. Igual y es algo que hacen los pájaros en éste mundo, de lo cual no hay verbo. En el film de anoche casi pierdo mi cámara de video y todos miraban impresionados un inmenso árbol con forma de pie. Y en el de anteanoche casi me convierto en vampiro. Quizá los escriba más tarde. En realidad lo que más detesto es no contestar los comentarios. Me siento descortés. Perdonen ustedes.

No sabes lo que quieres, puto.

En realidad, ahorita me dan ganas de dibujar. Quién sabe, quizá hasta hacer un comic.

miércoles, junio 20, 2007

Filmes de una cabeza inconsciente 27 (o Cumpleaños del diseñador)

Después de una conferencia en la universidad, un amigo me dijo que teníamos que matar a un maestro mío. El maestro acababa de irse. Mi cuate dijo que para acortar camino fueramos por periférico y así llegaríamos antes a casa del maestro. Ahí lo mataríamos. Le pisó al acelerador. Íbamos demasiado rápido. Cuando llegábamos al puente de Progreso le dije que bajara un poco la velocidad. Dijo que no había tiempo que perder. Íbamos demasiado rápido. No niego que sentía curiosidad de lo que pasaría. Llegamos hasta lo más alto del puente y su camioneta se levantó. Como si hubiera sido una rampa. La camioneta se elevaba más, al tiempo que el puente descendía. Ya estábamos a una altura que sabíamos que nada bueno podría pasar ahora.

- Wey, ¿ahora qué hacemos?- le dije.

- ¿Pues qué quieres que haga?- respondió.

Sí. En realidad no podíamos hacer mucho. Así que sólo esperamos mientras veíamos cómo el suelo se acercaba más. Se acercaba rápido. Me gusta cómo se siente el vértigo y que se eleva el estómago. Llegamos al piso y el auto se estrelló. Cayó parado, pero la suspensión se despedazó. Todavía derrapamos un poco y tuve ganas de decirle a mi amigo que aún podía ganar control del vehículo. Pero entonces derrapamos de costado y la camioneta empezó a dar giros y destrozarse. Me desmayé. No habría pasado mucho tiempo cuando recobré conocimiento. La camioneta estaba destrozada, pero la cabina nos había protegido y estábamos casi intactos. Mi cuate aún estaba desmayado. Intenté quitarle el cinturón de seguridad, pero estaba atorado. Lo llamaba y lo movía para despertarlo. No reaccionaba. Fue cuando ví que había gasolina chorreando (como todos saben, eso no puede ser bueno. Gracias, cine norteamericano). Lo movía cada vez más fuerte y lo abofeteaba, pero no despertaba. Ví en cámara lenta que del techo caía un pedazo de hule quemándose. Caería justo afuera de la puerta del conductor (aunque ya no había puerta), justo en el charco de gasolina. Le gritaba a mi amigo. Intentaba quitarle el cinturón. Nada. Cuando ví que ya no había tiempo, apenas salí del otro lado de la camioneta. Estalló y yo caí al suelo. Me desmayé nuevamente. Cuando desperté una ambulancia había llegado. Salieron dos paramédicos y me dijeron que mi cuate estaba bien. Que tuvieron que reconstruirle la cara. Me dijeron riéndose que ahora se parecía un poco a mí. Y me mostraron una foto de él en donde sí tenía una leve semejanza, con cicatrices en la cara. Me asomé a la ambulancia y ahí estaba él. Todavía inconsciente. Su cara no era la de la foto. Tenía todavía las costuras, estaba más inflamado y su rostro todavía se asemejaba a él. Lo más característico sería que su boca parecía la de ciertos personajes de Star Wars. Los paramédicos nos ofrecieron llevarnos. Ya era de noche. Casi llegando a casa de mi amigo, pasamos enfrente de una casa en dónde había una tocada. Ví que la banda de mi hermano estaba tocando. Mi cuate se acababa de despertar y dijo que nos quedáramos. Le dije que primero vayamos a su casa que estaba cerca. Su boca ya estaba normal y lo único que le quedaba eran las cicatrices en el rostro, algo rojizas y abultadas. Llegamos a su casa. En la acera estaban sus papás. También en la calle había estacionado un auto compacto, color naranja. Sus viejos se preocuparon. Al vernos llegar en ambulancia. Al verlo así. Él les contó cómo destruimos la camioneta. Y ellos le dijeron que ése auto que estaba estacionado lo habían comprado para regalárselo.

- ¿Y?- dijo él - ¿Ya no me lo van a regalar?

- No.

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viernes, mayo 25, 2007

Filmes de una cabeza inconsciente 26 (o Combo)

Estaba yo en mi cuarto con un amigo. Antes habíamos ido a una fiesta que no había estado muy buena. De repente entraron unos tipos y empezaron a gritarle a mi cuate, le reclamaban que no había pagado por las bebidas que tomó en la fiesta. Lo amenazaban y yo trataba de calmarlos, entonces ví que había un tipo saliendo del cuarto de mis papás con las manos llenas de cosas. Me paré enfrente de él y le pregunté que qué chingados hacía. Me dijo que como mi amigo no pagó por lo de la fiesta pues ellos se iban a llevar cosas para saldar la deuda. Le dije que no me viniera a joder, que esas eran cosas mías y que si quería llevarse cosas que sean las de mi amigo (luego nadie va a mi cumpleaños). Me aventó una playera y bajó las escaleras, en eso escuché que abajo había alguien más. En la sala me topé con el que aparentemente era el líder, un tipo negro y alto. Igual con él me puse a discutir sobre que no se llevaran mis cosas. Como ví que no llegaba a nada le dije Pégame. No lo pensó dos veces y me dió un madrazo en la cara, me botó. Me sobé y me paré. Pégame, le insistí. Me volvió a meter un trancazo que me volteó completo, quedé de espaldas a él y con la misma me golpeó en la nuca y me fui directo al piso. Entonces me volví a parar y le dije que nos partiéramos la madre y que si le ganaba entonces no se llevarían nada. Salimos a la terraza y nos pusimos en toda: lo golpeé en la cabeza, entonces me dió uno en el estómago y me sacó el aire, me cargó y me tiró al piso, me paré rápido y le lanzaba golpes al cuerpo, pero él me volvió a levantar y me estrelló contra el coche de mi madre, a la vez que me sostenía con una mano me golpeaba con la otra, yo hacía lo posible por defenderme y logré ensartarle un puñetazo y alejarlo. En una de esas se me aventó y lanzó un golpe que apenas esquivé doblándome un poco hacia atrás, entonces le sostuve el brazo y lo acerqué a mí. Le dí tres golpes en el rostro y cuando se echó para atrás le dí un rodillazo en el estómago, seguido de un cabezazo en la cara. Se tambaleó unos pasos hacia atras y cayó al piso. No se levantó. Ví que había a mi lado una chava apoyada en el coche de mi mamá, con los brazos cruzados, mirándome muy seriamente y absolutamente estática. Alguien movió la manguera en el jardín, el chorro de agua pasó sobre ella y la empapó. De todas formas ella no se movió.

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