viernes, octubre 19, 2007

Filmes de una cabeza inconsciente 29 (o Bubbles in slow motion)

Por alguna razón, mi primo no quiso ir por el cadáver de su papá, que había muerto en X'caret; así que yo me ofrecí.

Iba solo por la carretera con un aire tremendísimo de road movie, tanto que mi mayor temor era hacer algo que alterara la trama de la película. Me detuve a un costado de la carretera, junto a una pirámide de piedra gris. La pirámide estaba dividida un poco más arriba de la mitad, donde se truncaba en una superficie llena de columnas, y sobre éstas la pirámide continuaba hasta ya terminar en punta. Subí hasta el espacio donde estaban las columnas. Ahí habían dos niños, uno delgado de pelo castaño, como de 15 años y una niña pequeña, rubia, de unos 9. Sus ojos estaban de un color azul muy pálido, y brillaban de la misma forma que cuando diriges una luz a los ojos de un gato. Los dos me dijeron que yo debía hacer algo, pero para lograrlo tenía que atraparlos, o simplemente alcanzar tocarlos. Después, se dieron vuelta, cada uno se dividió en cuatro réplicas de ellos mismos y se perdieron entre los pasillos de columnas. Cuando comencé a correr tras ellos me di cuenta que me movía en cámara lenta. Eso hacía mucho más difícil el poder atraparlos, pues ellos y todo lo demás seguían moviéndose a velocidad normal. Después de un rato logré alcanzar al niño, y sólo me faltaba la niña. Era todavía más difícil, porque cuando me iba acercando a ella, la niña juntaba sus dos manos y las separaba poco a poco, formando una burbuja del tamaño de su cabeza que luego soplaba y hacía volar hacia mí; al tocarme la burbuja, ésta estallaba y yo salía volando golpeándome con las columnas, y cuando me paraba otra vez me movía en cámara lenta. Después de un rato, me di cuenta que tenía puesto un sombrero que me regalaron, lo que hice entonces fue correr y saltar hacia la niña, manteniéndome en el aire durante mucho tiempo pues yo siempre estuve en cámara lenta, mi puño tomando impulso para darle un madrazo. Ella nunca había dejado de hablar desde la primera vez que la ví, a diferencia del otro niño del cual nunca escuché su voz; y seguía diciéndome algo en ese momento, a la vez que formaba la burbuja para aventarme. Al soplarla, yo me quité el sombrero con la otra mano y atrapé la burbuja en la forma circular de la parte inferior, lo que me dejó el camino libre hasta llegar a la niña y soltar el golpe directo a la cara. Ella seguía hablando inmóvil a la vez que mi puño se acercaba en cámara lenta a su cara, pero justo antes de golpearla lo contuve y sólo lo asenté en su rostro. Con esto, sus ojos cambiaron en el instante a color café y continuó hablando, pero más rápido y con acento inglés; yo caí automáticamente al piso, pues mi cámara lenta también desapareció. Nunca supe qué fue lo que logré con esa prueba.

Después de seguir manejando otro rato me detuve en donde enmedio de los dos carriles pasaban unas rieles de tren. Habían dos personas sentadas encima de las rieles, un hombre y una mujer jóvenes, él de piel clara y pelo castaño; ella era al parecer africana, tenía la piel oscura y un adorno en la cabeza. Cuando cruzaba la carretera para acercarme a ellos, pasó junto a mí un tipo en una moto a baja velocidad. Él estaba yendo en sentido contrario, pensé decírselo pero temí afectar la trama de la película y no lo hice. Me acerqué a las dos personas de las rieles, y él empezó a hablarme. Me decía por qué yo estaba haciendo todo esto, y me dijo que ellos eran algún tipo de deidades. Me seguía contando sobre ellos y sobre mí y sobre todo, mientras la otra permanecía callada. De pronto, escuché un impacto, y casi enseguida pasó detrás de mí un trailer a toda velocidad, con la moto de antes incrustada en la parrilla de enfrente. Por un momento pensé que quizá sí debí decirle que estaba en sentido contrario. Entonces escuché una bocina muy fuerte, me volteé y ví que un tren estaba ya casi sobre ellos dos que seguían sentados sobre las rieles. Rápidamente agarre el brazo de él y lo jalé para hacerlo a un lado, pero justo cuando iba a agarrar a ella el tren pasó y no pude sacarla. El tren se detuvo en seco casi en seguida, sin daños. Me hice para atrás y me culpaba de no haberla sacado a tiempo, lamentándome por quizá haber alterado la trama de la película. Él me dijo que no me preocupara, que ellos no debían morir, que estaban hechos de algo que los mandaría a algún lugar como el Paris o el Taris de alguna mitología en caso de que murieran. En eso, ella salió de un paso del interior de la carrocería del tren, como si se separaran dos gotas de mercurio.

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